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El estelar receptor Ariel Pestano |
Por: Mario Herrera
Decía un gran
profesor que las ciencias sociales eran inexactas, y por tanto, respecto a un
tema, había tantas teorías como autores opinaran sobre el mismo. Hago caso y
por tanto me atreveré a teorizar.
Cuando hablo de
Profesionalismo, me refiero al Deporte Rentado. Usted practica una modalidad y
recibe un salario por eso. Así, básico, suena justo; pero existen intereses
económicos gigantescos por parte de empresarios, dueños de trasnacionales o compañías
que invierten en un atleta pues esperan reembolsar la inversión.
Cuba siempre se ha
opuesto. El argumento: “El hombre no tiene precio”. Como ser humano coincido
plenamente con esta concepción. Nada debe ser más importante que el Hombre.
Pero, no es el
hombre como tal al que se le pone un precio, sino a sus habilidades. Les pongo
un ejemplo: Lionel Messi, para muchos, el mejor jugador de fútbol del planeta;
sus servicios en el FC Barcelona son valorados desde lo deportivo. A él se le
paga un salario por “trabajar”. A Lionel, por ser persona, no le pagan. Sin sus
habilidades, sería un trabajador de otra cosa más y cobraría por ello.
Ahora… ¿cómo veo
este asunto en Cuba?
En una
conversación que tuve con el ex delantero Leonel Duarte, me comentaba que “…
aquí no gustan hablar de beneficios económicos a los atletas, y que ser
deportista lleva una elevada dosis de sacrificio que debe ser recompensada”.
El ex pelotero
Enrique Díaz en el documental Fuera de Liga de Ian Padrón, habló de un trabajo gestionado
por ciento dieciocho pesos para que pudiera jugar. Dicen, y les juro que no es
una mentira mía, que Ariel Pestano, receptor de Villa Clara y de los equipos
Cuba desde 1996, como Diputado a nuestra Asamblea Nacional del Poder Popular,
tomó la palabra en el cónclave y cuestionó el hecho de que el Cuarto Bate de el
team
Cuba, ganara una equis cantidad de dinero por una plaza de tornero que nunca
ocupó y que en Villa Clara, existan personas que no son jugadores titulares
siquiera, que ganan casi el triple por una plaza de ingenieros tampoco ocupada.
Lo lindo de todo no está en que alguien hable de ello, sino en la ovación que
me contaron recibió, sobre todo al exigir que se cambiara la concepción sobre
cómo se veía al atleta cubano, que… “debía ganar además determinadas primas por
rendimiento y que si se hubiese hecho así desde hace años, estaría seguro de
que la mayoría de los jugadores que hoy están fuera de nuestro país jamás se
hubiesen ido”.
El punto es que me
enteré de que reciben un “estipendio”, están en la nómina de algún centro
laboral que debe pagarles un salario y darles una licencia deportiva. Pero son
formados en escuelas de deportes. Pasan por toda una canal que desemboca en el
alto rendimiento, así que, técnicamente, son profesionales: reciben un salario
por un trabajo, que es jugar el deporte que han aprendido y entrenado toda su
vida.
¿Que son otro tipo
de profesionales? Es cierto. Más allá de la cuantía de la paga, los nuestros
tienen como motivación especial la función social que lleva consigo el deporte
en la concepción cubana: el entretenimiento de nuestro pueblo y debe ser ese el
principal objetivo del mismo. El profesionalismo es, a mi juicio,
extremadamente útil a la hora de mejorar los rendimientos, motivador y si es
correctamente manejado en funciones del interés del pueblo y no privadas o
corporativas, puede ser beneficioso para todos.
Desde lo ético, un
atleta puede ser un Profesional o no según su disciplina, al cumplir las
normas, portarse correctamente dentro, fuera del juego y del entrenamiento, de
usar correctamente el uniforme, saber qué tipo de calzado debe utilizarse en
cada caso, llegar temprano, respetarse y respetar a los demás, etcétera.
Nos hace falta
cambiar la mentalidad. No soy el primero ni seré el último en decirlo. Creo que
existe una necesidad sentida de aceptar otras alternativas. Podemos tener
nuestra propia versión del deporte profesional, lo que elevaría el techo de
nuestros eventos y la calidad de nuestros atletas para desarrollar como se
merece, al deporte revolucionario.
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