SIN “CAPOTA” CON CAPOTE
POR MARIO HERRERA

Raúl Antonio Capote se develaba al mundo como
el agente Daniel de los Órganos de la Seguridad del Estado. Su historia es
increíble. Por cerca de cinco años estuvo infiltrado en la “oposición
anticastrista” aunque era diferente, más bien, el único cubano que se podía
sentar en la parte gringa del cristal, mientras veía el circo opositor.
Vamos por partes. “En los años ochenta tenía
una excelente trayectoria en la Asociación Hermanos Saiz de Cienfuegos, eso
creo que fue lo que más les llamó la atención. Llego a la Habana y comienzo a
trabajar en el Sindicato de la Cultura, logramos algunos cambios y que nos
siguieran. Después escribo un libro, dedicado a la Habana, con la problemática
de los noventa, ¿de qué otra forma se puede escribir de la Habana de los
noventa, con todos esos cambios que había entonces? Y eso les era importante
(…) Entonces en 2004 me invitan a una cena en la embajada de España, que no se
da y después me llaman de la SINA, un funcionario de la Sección de Intereses de
los Estados Unidos me invita a un coctel en su residencia (…) me presenta Dagoberto Valdés, un viejo amigo
de los americanos, director de la revista Vitral, como un nuevo escritor
importante”.
“Para acercarse a uno siempre van a la vanidad
humana, ese es su punto de ataque, exaltar la vanidad y esperar a ver que
frutos da, ¡y yo que detesto la hipocresía! (...) fui diferente, ellos me
preguntaban si estaba de acuerdo con el bloqueo y les dije lo que creía, ¿qué
clase de cubano estaría de acuerdo con el sufrimiento de su propio pueblo?, esa
honestidad fue buena en la relación”.
Desde entonces, Capote comenzó a ser de a
poquito, el agente Pablo para la CIA. Hay anécdotas interesantes. “Una vez
llegó a mi casa un carro, un Tur, Audi, con dos hombres que me pidieron ir a
inspeccionar (…) comenzaron con aquello de ´tú eres de la seguridad, ya lo
sabemos así que mejor nos lo dices y ya´. ¡Imagínate! Íbamos por el medio de la
nada y se me bajan ese numerito, ¿cómo salir de eso?, los tiré a broma. Pasó
una vaca y les dije que ella era un agente cubano encubierto. Después llegamos
a un puente, se bajaron, insistentes en el tema, me bajé del carro y pensé ´yo
me voy, pero uno de ellos se va conmigo si me tiro por el hueco del puente´.
Pero en vez de eso solo me arrimé y me baje el zipper para orinar las cervezas que
nos habíamos tomado en el camino, les recordé que ellos fueron los que me
buscaron, que a mí no me interesó nunca acercarme a la SINA y después de pasada
la prueba, a casa”.
“Otra bien buena fue cuando las elecciones de
2004. Hicieron un numerito, un ejercicio democrático. Tú ibas a votar por
cualquiera de los candidatos, Bush o Kerry, y ponían urnas con unas supuestas
elecciones en Cuba con supuestos partidos, llámese socialista, comunista,
republicanos, de derecha, liberales, etc. James Cason era entonces el jefe de
la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba, un viejo socio de
borracheras de Bush. En ese ejercicio democrático, usted por votar, recibía una
“javita” de regalos y era marcado con tinta como constancia para que no
volviera a repetir. Protesté, pero solo dos o tres de esos
contrarrevolucionarios lo hizo, el resto cogió su javita y una sombrilla, votó
y se dejó marcar con tinta. Al final Cason anunció, de muy buena broma, el
resultado de las ´elecciones en Cuba´. ´En primer lugar el Partido Socialista,
el segundo para el Comunista y eso que aquí está la flor y nata de la oposición
al régimen¨.
Hay otras historias, pero no alcanza el
espacio. Todas me demostraron que realmente la oposición es más un negocio que
otra cosa. Muchos de los personajes son construidos. Hasta broncas vio por los
famosos radios de onda corta, con piñazos, porque después los venden a diez CUC
y para los funcionarios de la SINA… “esa gente es un mal necesario. Atrae la
atención de la seguridad cubana mientras nosotros nos movemos con más
libertad”.
Capote fue testigo del desprecio que sienten
por esos mismos personajes que les sirven.
De las pocas cosas lindas que puede señalar,
está su amistad con Kelly Keiderling, mujer que describe como muy inteligente,
“hija de CIA, nieta de CIA, no puede pensar de otra forma”. Kelly fue madrina
de su hija, fue amiga de su esposa, Tatiana. Los hijos de ambos jugaron juntos
y concluye Raúl un capítulo en su libro Enemigo donde dice que la familia
entera la extraña.
Del bloqueo hablamos un buen rato, siempre lo
cuestionó ante cualquiera. “Es brutal no poder comprar medicinas porque te
persiguen las transacciones y multan a quien te venda, o si un banco tiene
relaciones contigo tiene que pagar una millonada. Hay gente que hace mucho
dinero con el bloqueo. Los puertos de la Florida perderían clientela si Cuba se
abre, por eso aquella ley de que barco que atraque en Cuba no puede hacerlo en
Estados Unidos por seis meses, ¿cuántos viajes hace un barco al mes a nuestro
país y cuántos allá? ¿Cuánto dinero representa eso? ¿Por qué las llamadas a
Europa cuestan centavos y a Cuba más de un dólar el minuto? (…) Nadie en su
sano juicio estaría de acuerdo con eso pero los que lo mantienen ganan dinero”.
“Valió la pena el sacrificio, sobre todo por
los jóvenes. Nunca una juventud es homogénea, siempre habrá jóvenes de avanzada
y otros que no (…) quiero un mundo mejor”.
Estuve sentado en la sala de una casa que no recuerdo
cuántas veces visité antes pero mínimo, dos veces a la semana por un par de
años sin tener la menor idea de lo que pasaba. Para mí, Raúl era un profesor de Historia del Pedagógico Varona.
Tras terminar la entrevista, las risas, anécdotas, los chismes incontables, el
café de Tatiana, me despedí de Raúl.
Eso fue el 30 de junio de 2011.
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