Luis Suárez ha
sido polémica. Unos defienden la sanción de la FIFA y otros no.
Desde la mordida
que le dio al defensor italiano Giorgio Chiellini en el hombro el pasado martes
24 de junio en un partido de fase de grupos del mundial una serie de reacciones
ha invadido los medios.
Al inicio su
posición fue negar la acción que las cámaras repitieron una y otra vez. El
máximo órgano rector del fútbol mundial fue severo en su sanción: cuatro meses
sin vinculación alguna con el deporte de forma oficial, nueve partidos sin
participar con su selección nacional y una multa que no es a mí y me duele.
Enseguida una ola
de críticas fue lanzada contra la medida disciplinaria. EL propio presidente
uruguayo criticó con dureza la sanción.
El programa De
Zurda de la cadena multinacional Telesur se sumó al llamado a defender al gran
delantero albiceleste y fue duro contra la FIFA. Así sucesivamente.
Pero… ¿realmente
es tan perverso este castigo? ¿Se sanciona a todos los chiquilines de barrio? ¿Es
hoy día el jugador un chiquilín de barrio? ¿Cuántas veces tiene que ser
castigada una persona por una misma acción para que entienda que no lo puede hacer?
En noviembre de
2010 ya encajó su dentadura en el defensor Otman Bakkal en un clásico entre
Ajax y PS. EL año pasado, ya en el Liverpool, su víctima fue un jugador de
Chelsea, Branislav Ivanovic pero en el brazo. En total, antes de ésta, ya había
cumplido dieciséis fechas de suspensión solo por los dientes (y algunas multas).
A eso súmele el insulto racista a Patrice Evra y otros ocho partidos de
suspensión.
O sea, no es que
sea nuevo el tema para él, entonces pregunto de nuevo: ¿cuántas veces tiene que
ser castigada una persona para entender que no puede hacer algo?
La sanción para mí
es justa por varias causas. Primero la acción de agredir a un jugador y
provocarle tal o más cual daño, segundo por la reincidencia, tercero por mentir
al decir que no lo había hecho, cuarto por el acto irresponsable de dejar con
una acción personal a su equipo sin opciones si tenemos en cuenta la calidad
que tiene como jugador y lo que significa el delantero para Uruguay.
Aunque siento un
respeto gigantesco por el presidente uruguayo, difiero pues esta no es una
sanción contra todos los chiquilines de barrio. Quizás el jugador nacido en
Salto tuvo una infancia difícil, pero hoy día, con un salario de unos diez
millones de dólares, ya no es tan chiquilín de barrio.
¿Y dónde queda la
responsabilidad del jugador con esos mismos chiquilines? ¿Será que ahora enseñarán
a morder a los niños?
¿Y la
responsabilidad con la selección? El Profe Diego Armando Maradona comentaba en
su libro “Yo soy el Diego de la gente”
que para el mundial del 94´ tuvo que trabajar duro en temas de salud y más
después de la sanción que purgaba. Juró y recontra juró que estuvo limpio dos
años para ese mundial que le fue robado por la misma FIFA de manera impune por
culpa de un aerosol americano y un “asesinato” ordenado. El Profe conocía de su
obligación con Argentina, con sus compañeros, con el fútbol y trabajó en
función de eso. No hubo intención de lastimar a nadie por parte del Pelusa. “A
Diego le golearon el alma”. Esa fue de la FIFA.
Pero esta no. Suárez debe aprender de alguna
forma. Ahora su ficha para el Braça ha descendido. Luis se disculpó a
sugerencia del club catalán que pretende hacerse de sus servicios porque hasta
entonces, nada.
Fue recibido como
un héroe en su país.
Simpatizo con los
uruguayos, con su selección nacional por el coraje que muestran en cada partido
y la identidad futbolística que tienen, por cómo se sienten con su camiseta y
cómo la sienten, simpatizo con el propio jugador que es más que un jugador, un
jugadorazo, pero de esos que da gusto verlos en la cancha, pero se le fue a
rosca.
Luis Suárez no es
un héroe para mí.
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