A ver qué pasa ahora.
Por: Mario Herrera
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Robertlandy Simón quisiera volver a jugar por Cuba |
Creo que hablo por
muchas personas cuando digo que estamos alegres por las últimas políticas que
en materia de deportes aprobó el estado cubano. La verdad, difiero del
Comisionado Nacional de Beisbol cuando dijo que era “una necesidad sentida de
nuestro pueblo”. Más que de nuestro pueblo, de nuestro deporte en general.
Hace años que la
salida de jugadores claves de equipos nacionales era un problema (Fíjense
que no me voy a meter con los que nunca hicieron team Cuba). Beisbol, fútbol, baloncesto, voleibol, ajedrez, boxeo;
todos los deportes perdieron a estelares. ¿Qué pasaba? En un
momento dado la dirección de la Revolución determinó la desaparición del
deporte profesional y la sustitución por uno amateur. Pero pasó el tiempo y
cambiaron las condiciones.
Con la crisis
económica de los noventa (eufemísticamente llamada Período Especial en tiempos
de paz) vino un cambio, no solo en el bolsillo nacional, en la base, sino en la
superestructura y por tanto, en la vida del cubano aupado bajo la tutela del
estado, mimado y antiproductivo. Este
cambio afectó la forma de pensar, la educación. En fin, fue una hecatombe de la
que nos salvamos solo gracias a la admiración popular y el liderazgo innegable
del Comandante Fidel Castro. Decir otra cosa sería mentir.
Poco a poco
comenzamos a salir de la parte más cruda de la crisis, pero al insertarnos en
un panorama mundial diferente de la realidad que hasta el momento conocíamos,
cambiamos aún más nuestros intereses que, sin dejar de ser humanistas, fueron
más económicos.
Los deportistas
salían a cada rato; eventos deportivos hay todo el año y ellos contactaron con
más frecuencia con una realidad diferente. Compararon. Algunos decidieron no
volver.
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¿Volverán los que salieron de forma legal? |
El criterio estatal
“no importa cuántos se vayan, siempre habrá alguien que ocupe su lugar” no
calmaba ni a atletas ni a aficionados. Los estadios comenzaron a vaciarse. Solo
el beisbol en picos de temporada escapaba al fenómeno. Los resultados de
equipos cubanos a nivel mundial comenzaron a ser menos atractivos, si no son
atractivos a nivel mundial, menos lo serán en casa. La televisión transmitía
deportes de todo el mundo y de nuevo algunos atletas comparaban: “no hay gran
diferencia entre nosotros y paso tanto trabajo, ¿por qué no?” Otros
sencillamente querían saber si podrían triunfar en “la caliente”.
Cuba es un país
diferente hoy a hace siete años. Muchas cosas variaron desde el plebiscito popular
de 2008; compra-venta de casas, carros, leyes migratorias, reformas para
negocios por cuenta propia, oportunidades de quedarse en hoteles, y ahora esta
nueva política para los atletas. El estado trata de no perder dos principios
que considera fundamentales. Uno, “El Hombre no tiene precio”; dos, “A cada cual
según su capacidad, a cada quien según su trabajo”.
Ahora a ver cómo
funciona. Habrá pagos por rendimiento, premio en metálico para el equipo que
gane la Serie Nacional de Beisbol, posibilidad de ser contratado por una
entidad en el extranjero para jugar, siempre que esté para las principales
competencias (y aquí me perdí porque no aclara si es obligatorio para otros
deportes más allá de la pelota estar en Cuba para los campeonatos nacionales o
si se trata de la convocatoria para eventos internacionales).
El objetivo es
parar la migración de atletas y de paso, mejorar las condiciones de estos,
estimularlos y cobrar un impuestico, que nunca viene mal. Además ellos
mejorarán su calidad en la especialidad que practiquen.
Luce todo ventajas.
¿Será? Creo que sí. Considero que tardó mucho la solución de esta necesidad
sentida del deporte cubano. Espero no lo echemos a perder de una parte, ni la
otra.
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