(Imagen de archivo, Campeonato Nacional 2013) |
No hace mucho
comenzó el Campeonato Provincial de Futsal de La Habana. Recién tuve la
oportunidad de asistir a una de sus fechas competitivas y hablar con su
Coordinador, el Lic. Roberto Cuza, además de otras personas que estaban en la sala
polivalente Kid Chocolate en la Habana Vieja.
Vi un partido donde
Regla goleaba a Cotorro 4-1; desde lo futbolístico los reglanos eran superiores
en todos los aspectos, pero el equipo que al final salió por la puerta estrecha
tuvo más ganas. La verdad, pasa con frecuencia. Un conjunto se siente “mejor” e
infravalora al rival; este se crece, le hace pasar malos ratos al contrario
hasta que el primero vuelve a poner los pies sobre el tabloncillo.
Me gustó el arbitraje,
no tanto por la toma de decisiones sino porque a pesar de ser inexperto, al
finalizar cada tiempo se sentaron y conciliaron los errores con alto grado de
autocrítica.
Buena asistencia de público. Pareciera que iba bien, pero
no.
A todos los
eventos deportivos debe asistir una representación de las fuerzas del orden
público. En este torneo, o pasaban los agentes de la PNR y se iban, o no
pasaban.
Usted dirá: “¿Para
qué?”. Resulta que en un juego anterior uno de los árbitros tomó determinada
decisión y no le gustó al equipo perjudicado que después pretendía linchar al
juez. El Coordinador provincial de Futsal tuvo que acompañar al hombre de negro
hasta la parada de la guagua cual escolta preparado.
El torneo se juega
en la Habana Vieja. No es por hablar mal del municipio donde crecí, pero
disciplinado-disciplinado, no es. Hubo su momento en que los aficionados
saltaron al tabloncillo para formar la desagradable, y el agente de orden
público, vaya, el policía, perdido cuando hacía falta.
La ambulancia es
otro tema. Es un evento deportivo, una especialidad de contacto, de carácter provincial.
No hay merienda. Los árbitros se pagaron un refresquito de latica y un miembro
del SIUM reclamó la merienda que “les tocaba”, pero no había merienda para
nadie y precisamente Nadie los ha vuelto a ver por allá.
Y para qué hablar
de los uniformes. Regla bien vestido, los de Cotorro como mismo se visten para
jugar en el barrio, y así sucesivamente.
No todo es culpa
de la organización. A todos los DT se les explicó las reglas en el Congresillo
y ellos debían replicarlas a sus jugadores, pero dígale que no puede hacer algo
a un muchacho a ver qué pasa. “No se puede saludar a nadie del público” y ahí
llegan los socitos del barrio y venga un
abrazo y un beso. “No se puede salir del terreno de juego mientras esté el
encuentro”, te llama la “jevita” y voy a buscarla a la entrada para que se
siente detrás de mí y me de suerte.
Y el pobre
coordinador se rompe la cabeza, llama a los técnicos, los regaña amablemente y
no es una ironía. Le pide a los árbitros que saquen tarjetas por esos detalles
pero se les olvida para no perjudicar a los equipos.
En la cancha se ve
algo de educación, los jugadores se disculpan con el rival cuando lo golpean
fuerte, como debe ser.
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