Foto Ricardo lópez |
Mientras
Cuba se debatía por la escapada cinematográfica de los muy mediáticos hermanos
Gourriel durante la Serie del Caribe en Dominicana, un poco más al oeste, en
México, cinco polistas del equipo femenino se escabullían, entre ellas, tres de
Villa Clara. Aprovechaban la
base de entrenamiento rumbo a Río 2016. Esto solo
viene a reafirmar lo que algunos saben y callan, que es un salidero
indetenible. Ni las promesas de contrataciones en ligas foráneas —lentas,
sumamente lentas—, ni los aumentos salariales, logran detener el éxodo.
Repasemos
los últimos acontecimientos, del acercamiento con las Grandes Ligas, que trajo
de vuelta a la Isla a tres peloteros cubanos, que o se quedaron o salieron de
manera ilegal de la Isla. Se les permitió la entrada, realizaron clínicas con
niños y hasta se les vio estrechar manos con directivos, que un tiempo atrás
pusieron la lupa sobre ellos. ¿Los trapos sucios se lavaron en casa? Aunque
todavía la mentalidad de algunos ande a paso de hormigas, atada a «lo que está
determinado», a «lo que se debe hacer en estos casos». Lo establecido para el
2016 tiene cara de panfleto de los 60. ¿Qué hacer? Habrán de renovarse a un
ritmo meteórico, eso, si les queda tiempo.
Durante
los Panamericanos de Toronto, cerca de una treintena de atletas cubanos se
escabulleron de hoteles y sedes de competencia. El equipo de remo dio el primer
paso, y con ese ritmo hasta el equipo de hockey se desmanteló. Cuba como
delegación, no solo perdió atletas, sino oportunidad de sumar medallas. En
aquella ocasión, el vicepresidente de la Organización Deportiva Panamericana
(Odepa), Ivar Sisniega decía: «Como organización, no es algo que nos agrade. Es
un tema individual y no hay mucho que podamos hacer. Nos solidarizamos con Cuba
pero es una decisión individual». Un poco antes, durante la Copa de Oro de
fútbol —con sitio en varias ciudades norteamericanas—, otro quinteto de cubanos
se decantaba por no volver a casa.
Por
estos días, y a propósito del caso Gourriel en Dominicana, muchos aficionados
del béisbol se cuestionaban si esta repetición de situaciones (recordar que en
San Juan 2015, otro par abandonó el seleccionado nacional), terminaría por
apartar a Cuba de la Serie del Caribe.
El
analista de ESPN Enrique Rojas, fue categórico en su Twitter: «No lo creo, ya
pasó antes». Mientras el presidente de la Confederación de Béisbol del Caribe,
Juan Francisco Puello, lamentaba el hecho y ampliaba: «Es una pena, porque
siempre he dicho que han sido jugadores que han sido preparados durante mucho
tiempo por una federación, en este caso la cubana de béisbol, por lo costoso
que ha sido poner a estos jugadores en capacidad de participar en cualquier
evento deportivo». Y no es comentario de pasillo, Cuba pierde lo que ha
invertido por cada atleta de alto rendimiento que se le esfuma entre los dedos.
Hasta un cazatalentos estadounidense como Mike Greene lo tiene claro: «Las
deserciones le han hecho mucho daño al béisbol cubano». Apunto, no es ni de
cerca, lo único que lo mantiene en terapia intensiva, pero ha sido un buen
empujón por las escaleras.
¿Por
qué lo hacen? Aunque las respuestas no pueden ser uniformes en cada caso
—porque cada persona es un mundo—, todo parte del matiz económico. No sé si sea
el caso de los Gourriel, pero un monto evaluado entre 80 y 100 millones por el
sudor de Yuliesky, bien puede catalogarse de zanahoria. Eso es una fracción de
toda la gama de situaciones que empujan a este tipo de decisiones. Otra sería
el deseo natural de superación. El top del amateurismo es el profesionalismo,
¿Y si es solo eso?. Cada quien sabrá analizarse.
Lo
que sí parece es que estos casos se repetirán, unos más otros menos sonados.
Cerrarnos como ostras o esconder la cabeza como el avestruz y simular que no
suceden, tampoco es la solución. La mejor cura ante lo inevitable sería
asumirlo como tal. Que es todo cuestión de tiempo, que no hay intocables, ni
«insobornables». Y que hay una paja en el ojo, molesta y desangra. Negarla,
sería condenarnos más.
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