viernes, 21 de junio de 2019

Buena suerte, Hermano


Por: Mario Herrera
 
 No escribo estas letras porque se trate de un amigo, en el plano personal. Tampoco lo hago por despecho a procesos y funcionarios con los que no estoy de acuerdo en lo absoluto.
 Un exjugador de Cuba, que vive en Cuba, me sacudió de esa concepción idealista sobre jugadores que han abandonado a la selección en eventos internacionales cuando hace falta. Idealismo que me hacía estar en consonancia con la actual política cubana de elegibilidad.

“¿Tú sabias que a Osvaldito no lo llevaron a los centroamericanos de 2006, porque dio positivo a un control antidoping, y nadie lo defendió? Lo apartaron completo y lo trataron como plaga, pero después, cuando le hicieron nuevas pruebas, se dieron cuenta que su cuerpo generaba esa hormona de forma natural, y entonces fue que se movieron.” … “A mí no me molestaría volver a jugar con ellos. Es cierto que se fueron y que la pasamos mal sin ellos porque hacían falta, pero también hacían falta otros y por ma….. no estuvieron… Mira como desmembraron al equipo nacional cuando llegó Compani… Sacaron a todos los habaneros por órdenes de arriba, de los jefes del fútbol…”
 Y me acuerdo entonces, cuando hablé del tema en redes y tanta gente me atacó, solo por pensar diferente. Luego, un hombre de fútbol cubano me dijo, que le dolía la salida de cierto jugador, porque le había ayudado muchísimo, cuando mucha gente le quiso hacer un “ocho”. Y pregunto: ¿por qué, en primer lugar, querían hacerlo un “ocho”? Y ojo, respeto el criterio de esta persona que siempre ha trabajado con un respeto tremendo a pesar de diferir en opiniones. Por eso le respeto tanto: porque a diferencia de tanta gente que cree es dueña de la verdad absoluta, éste Profesor respeta el criterio ajeno.
 Pienso en Danny Echavarría, y los sub 20 del pasado premundial, con tantas inconformidades en el proceso, y llamados a pretemporadas que siempre me negaron los funcionarios cubanos, pero fuera de nuestro país y el propio jugador me confirmaron en algún momento. Pienso en los contratos frustrados de los jugadores, en el paradón a Roberto Peraza en el aeropuerto antes de ir a Dominicana, y cómo los funcionarios lo despreciaron y castigaron por no querer esperar una firma que un año antes, le había costado titularidad.
 Pienso en Puga y todo el trabado proceso que debió sufrir para poder irse a una beca en Europa.
 ¿Qué hubiera hecho yo? Regresaba, porque muchos de los que regresaron siempre, también sufrieron dejaciones y desacuerdos con los dirigentes y funcionarios del futbol cubano. Pero también entiendo que una migración de este tipo debe alertar a directivos superiores, en rango y capacidad intelectual, para llamar la atención sobre cuestiones que no funcionan, que no caminan sobre ruedas, a pesar de que nos venden a cada rato la idea de lo contrario.
 Algunos se alegrarán y dirán que vi una luz al final del túnel. Siempre entendí el por qué migraban, pero idealizaba el honor de jugar con Cuba.
 Como muchas veces, o casi siempre sucede conmigo, los jefes y los jefes de los jefes, estarán en desacuerdo. No hablaré del criterio politizado de “traidores”. Aquí no hay traición.
 Cuba les ha pedido a sus médicos, aquellos que abandonaron las misiones médicas (no son militares, como repite desesperadamente Marcos Rubio y el señor Donald Trump), que pueden regresar a Cuba, a sus puestos laborales, en normalidad de condiciones. Les ha dicho a los cubanos residentes en el extranjero que participen en la reforma constitucional. Ha recibido a muchos artistas, músicos fundamentalmente, y que se explayaron en su momento en críticas al país y su dirección, y ahora regresan a relanzar su carrera, porque fuera, se convirtieron en un producto más en un enorme mercado, y desde Cuba, la cosa es diferente, porque vienen a “alimentarse de sus raíces”.
 Entonces: ¿por qué el deporte debe ser un “ministerio” diferente? ¿Por qué es tan reacio a los cambios?
 Si los funcionarios que atienden esta esfera temen al cambio, será mejor que renuncien, porque tanto queremos un cambio que mejore nuestra revolución, la nuestra, no la que quieren sus enemigo y detractores, sino la nuestra, que apoyaremos el cambio y no el sostenimiento de la ausencia del cambio.
 Los funcionarios dirán que solo se trata de mi criterio. Que hay principios innegociables. Un principio innegociable es el antimperialismo, y más importante aún para un revolucionario, el humanismo. El resto, es puro discurso.
 A Daniel, el Colorado, Elier, Yasmani, buena suerte hermanos.

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