
Por: Mario Herrera
No quiero hablar
de héroes. No quiero comenzar como lo han hecho casi todos, elogiar a un equipo
cubano de fútbol que demostró en una cancha lo que es el coraje individual y la
suma de los corajes individuales en pos de una causa colectiva.
No quiero
demeritar el trabajo arbitral del señor Henry Alberto Bejerano con la pregunta
más lógica: ¿dónde estuvo la falta que ni la televisión la vio? No quiero
imaginar siquiera o poner en duda la integridad del costarricense encargado de
la imparcialidad que no fue errado en sus decisiones, incluido el penal.
Quiero hacerme
otras preguntas. ¿Cómo levantarle el ánimo a un equipo al que le faltó nada
para llegar a una final de un torneo en un deporte que nos ve quedarnos atrás
cada día en una región que crece futbolísticamente?
¿Cómo hacerles
entender que deben pelear por el bronce con tanto coraje como lo hicieron
anoche en el Luis Pirata Fuentes frente a la fortaleza mexicana?
¿Cómo demostrarle
a un hombre en específico que no es culpable de nada excepto de sacrificarse y
estar en todos lados para dar una mano en defensa y creación y que no hubiese
sido posible siquiera llegar a ese punto si no fuera por su trabajo? ¿Cómo
hacerle entender que no es su culpa y que es necesario?
¿Cómo hacerles ver
que ya no pueden conformarse en cada evento porque tienen capacidad para más?
¿Cómo hacerles ver
a los decisores cubanos que a partir de ahora comenzará una etapa de meseta en
el rendimiento de estos chicos antes del estancamiento y descenso si no liberan
a los atletas para jugar fuera de Cuba con la idea clara de que no pueden, ni
deben participar en el Campeonato Nacional? ¿Cómo demostrarles que preferimos
renunciar a tenerlos aquí en función de un verdadero crecimiento personal,
económico y sobre todo, futbolístico?
¿Cómo hacerles
entender a estos chicos cuán orgullosos estamos de ellos?
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