Por: Mario Herrera
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A pesar de todo... |
La gente anda en la calle preocupada. Lo notas
en sus conversaciones, en los temas de los grupos que se reúnen e intercambian.
Hace poco mi compañera en la vida se encontró
con compañeros de trabajo de otras provincias. Uno se quejaba de la enseñanza
que recibía su hijo que por problemas de salud no hacía Educación Física y por
tanto los profesores siempre le encargaban Trabajos Prácticos con una
complejidad muy superior al nivel que cursaba. De hecho, quien hablaba enseña
Filosofía en una universidad y tiene la impresión de que su hijo le hace los
trabajos de diplomados a sus profesores.
También tuvo sus cruces con la de Filosofía
que dice que Platón es Materialista y no Idealista Objetivo, pero es que “esa
no es su especialidad”.
De otra provincia alguien decía que ya no era
igual. Desde que Lázaro Espósito fue nombrado Primer Secretario del Partido
Comunista de Cuba en Granma, las cosas cambiaron en esa región oriental a tal
punto, que cuando se anunció por la televisión nacional su traslado para la
vecina Santiago de Cuba, una gran masa de personas se aglomeró frente a la sede
del gobierno para pedir a gritos: “¡No se lo lleven!”.
Pero tras otras dos administraciones las cosas
no se parecen en nada y no funcionan. La nueva alternativa no es conocida.
La televisión tiene un programa medio de
críticas, bajo el título Cuba Dice se habla de algunos de los problemas
sociales que nos aquejan siempre desde una perspectiva que no araña más allá de
la superficie. Hace poco hubo un especial con los precios de los alimentos en
los mercados agropecuarios.
Resulta que se creó una unidad central que
recibiría a todos los productores para que vendieran sus productos a los
mercados en La Habana
y que al final terminaran más frescos y baratos en la mesa del cubano.
El productor vendía a precio más que
accesible, digamos un peso. Resulta el siguiente entrevistado es quien vende en
las calles o mercados, vamos, el del puestecito que revendía esa misma
mercancía a nueve. “¿No le parece un poco caro?”. Una mueca de sí, ¿y qué? Fue
la respuesta.
No hay un mecanismo legal que tope los
precios, que le ponga límite a la avaricia humana.
Y la gente. ¡Ay, la gente! Mire que a veces
somos unos aprovechados. Ayer mismo venía en un Taxi Rutero de cinco pesos y
una señora sin mucho impedimento saca un carné de Impedido Físico e intenta pagarle al chofer dos
pesos por su pasaje. Vamos, está bien que el estado te proteja y te de
facilidades pero bueno es lo bueno…
Y se queja la gente de los productos elarrobados
por los trabajadores cubanos que como no reciben un salario que les permita
vivir, desvían (vieron qué eufemismo) los productos y recursos del propio
estado para beneficios privados.
Las tiendas que venden en una moneda
veinticinco veces más dura que la que recibes por pago y nunca alcanza ni para
la merienda, te venden una cantidad de cosas sacadas de la industria privada de
la copia, o sea, de falsificaciones y lo mismo encuentras café Cubita de la
bodega que Havana Club con alcohol de noventa.
Y la educación formal… bueno, dejemos eso para
otro momento.
Nada, que hay inconformidades de todo tipo,
desde la preocupación por los médicos cubanos que fueron a combatir el Ébola a
África y que por nuestro propio relajo interno puede afectarnos hasta la
cantidad de periódicos que uno puede o no leer, la migración de los jóvenes,
las cosas que se dicen y las que se callan.
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