Por: Mario Herrera
No hay una canción más importante en el mundo que
el himno nacional. Por definición, es una composición musical emblemática de
una nación, que la identifica y que une entre sí a quienes la interpretan.
En
general, los himnos nacionales tratan de reflejar la unión, el sentimiento de
solidaridad, la glorificación de la historia y las tradiciones de un país. En algunos casos, no fueron escritos con ese
objetivo, sino que adquirieron esa función después de conmemorar algún
acontecimiento histórico o militar, especialmente durante el despertar de
sentimientos nacionales. En los siglos XIX y XX, con el crecimiento del
número de países independientes, muchos de ellos adoptaron himnos nacionales
que, en algunos casos, coexistían con canciones populares de carácter
patriótico utilizadas.
En el contexto de un evento deportivo, el himno, el público
y el equipo o selección nacional, son uno solo.
Se canta a más no poder, a que
vibre la garganta en cada nota, como si el futuro dependiera de ello. Se canta
en ceremonia protocolar como inicio de una batalla. Cada bando espera su turno
y lo entona, y la afición lo sigue, y se emociona por que, en ese momento, nada
hay más importante. Las diferencias políticas no importan cuando escuchamos el
himno.
No es una cuestión de izquierdas o derechas.
Les enseñamos a nuestros
hijos a entonarlo con orgullo, pues a fin de cuentas, es la letra que nos
identifica, la música que nos pone los pelos de puntas, la canción que todos
disfrutamos y sentimos como si la hibiésemos escrito.
La lloramos de emoción,
nos ponemos la gorra en el pecho, la mano en el corazón, abrazamos más fuerte
al compañero de equipo, al vecino en las gradas, a nuestro amigo en la butaca
del salón donde veremos el evento.
Todo el estadio de Wembley cantó al unísono
el himno de Francia en homenaje a las víctimas de los atentados de París al
inicio de un partido entre Inglaterra y Francia. Así nos une un himno, un
símbolo.
El himno, repito, es un canto de guerra, a nuestra nacionalidad, sea
cual fuere. Un himno merece respeto, coraje, no puede ser cantado de manera
cobarde, ni ofendido por el rival, eso no. NO es correcto, no es decente.
El
himno, sin importar lados políticos, es la máxima identidad que tenemos como
nación.
El himno es nuestra bandera hecha música, nuestro escudo con notas y
sonido, nuestro amor, madre, a la patria. Lo cantamos para apoyar a nuestros
nueve guerreros en el beisbol, o los once del futbol, los cinco del baloncesto,
seis del voly, o los que sean en un deporte, porque a fin de cuentas, ellos
juegan para nosotros, con nuestra camiseta y por nuestro país.
Por eso, me
entristece tanto tener que esforzarme para escuchar el murmullo casi
imperceptible y no cubano de mi himno, de mi canto de guerra, en el deporte.
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