Por:
Mario Herrera
Para jugar al fútbol en Cuba hay que estar
loco o enamorado, y quien quita que sea un poco de las dos.
Las condiciones son difíciles para la práctica
de este deporte. Muchos se preguntan para qué pone la televisión, cuando lo
hace, el campeonato nacional. Los terrenos son feos, duros, poco vistosos. Uniformes
ídem, el juego nada tiene que ver con lo que disfrutamos en las tantas
emisiones de España o Alemania. Pero acaso se habrán preguntado esos mismos
pensadores cómo es posible que se juegue al fútbol en Cuba.
Decía Dariem Díaz, DT del Habana, en el
programa Fútbol por Dentro de la Televisión Cubana, que “…la cancha era el setenta por ciento del
juego, una cancha en buen estado permite desarrollar un sistema de juego, le da
fluidez, permite jugar con un estilo propio, y cuando la cancha no ayuda, solo
se puede esperar una improvisación”.
Tuve la oportunidad de compartir con el
público el pasado sábado el encuentro Santiago-Cienfuegos desde la Antonio
Maceo de la Ciudad Héroe. Gradas repletas, ustedes no me dejarán mentir, pero
un terreno muy duro, seco, sin pasto, que desvió en más de una ocasión la
pelota.
Si analizamos las cosas, hay para mucho más.
Desde el hecho en que atletas de selección nacional tengan que jugar los
respectivos campeonatos provinciales para poder hacer el equipo que participa en
el nacional; la falta de condiciones en muchos de estos torneos locales, los
jugadores que tienen que trasladarse por sus propios medios sin que las
direcciones municipales solucionen al menos el transporte; a veces la falta de
árbitros o torneos muy mal planificados.
Pero bueno, ya termina el provincial, el
técnico lo convoca a la pretemporada y el jugador tiene que inventar cómo hace en el centro laboral, o solicitar
una licencia deportiva a ver si se la
aprueban.
Se hace el corte final y el atleta está
incluido en la nómina de 30 jugadores.
Te llega el día, el “Mister” da la
convocatoria para el siguiente partido después de una semana de entrenamiento
con todo el colectivo, y el jugador está dentro.
El viernes se cita al grupo al punto de
recogida porque a las nueve de la mañana debe llegar la guagua que te llevará
hasta la provincia donde jugarás la fecha. Pero la bendita guagua llegó al
mediodía, con buen tiempo, si acaso, y no pasa nada.
Comienza el viaje y le dan la famosa dieta de
poco más de treinta pesos. Finalmente llegas al hotel que los hospedará, se
bañan, comen y descansan después de un largo viaje.
AL día siguiente te vas al estadio en un transporte
que te pone la provincia que casi siempre es una pequeña guagua Girón, escolar,
con asientos muy duros, para moverte por ejemplo, más de treinta kilómetros
desde Las Tunas hasta Manatí, o también el equipo decide irse en un camión
porque es más rápido, todo puede pasar.
Terrenos con mucho polvo, desnivelados por
completo, al ser estadios abiertos el viento molesta y lo mismo detiene un
balón en el aire que lo remonta en una corriente y casi ahorca al portero
rival.
Y cuando terminan el partido, otra vez en el
transporte de la provincia, directo al hotel donde se tienen que bañar todos en
una misma habitación, comer y regresarse a la provincia de origen.
Ahora imaginen ese viaje entre Guantánamo y La
Habana o peor aún, entre Guantánamo y La Isla de la Juventud.
A eso le agregamos que los uniformes son
conseguidos por cuenta propia. O sea, la provincia los resuelve (cuando no son
resueltos por gestiones personales de los atletas o el cuerpo técnico) y muchas
veces son los mismos por los años de los años y no me refiero al mismo modelo,
sino, literalmente, el mismo uniforme.
El calzado se lo compra el atleta con el
dinero que no le dan como pago por el trabajo de público que realiza. Y la
comida para el viaje, sale también del bolsillo del jugador pues con treinta
pesos, sabemos que nada, o casi nada se puede comprar.
Entonces pienso: “Esta gente realmente ama lo
que hace”. Imaginen un viaje que pueda extenderse por más de catorce horas.
Recuerden lo que dijo Guardiola cuando el Barcelona no pudo contra el Inter de
Mourinho en aquel año en que un volcán en Islandia tenía a Europa sin poder
levantar vuelos comerciales. Parte de la culpa fue por las once horas de viaje
en el Bus del equipo que les garantizo, con uno así los futbolistas cubanos
serían más felices…
Pero nada, incluso puede suceder que a la hora
de regresar tampoco llegue el transporte a tiempo y tengan que dormir en el
lobby de un hotel hasta entrada la madrugada, y no pasa nada. Antes de que lo
sugiera siquiera, el avión no se inventó más allá de la pelota en Cuba y no
siempre.
Esta es solo una simple exposición que muestra
al futbolista cubano en su faceta diaria, sin adentrarnos en las intimidades
más profundas, sino solo en un arañazo a la superficie. Quiere el público un
resultado de la selección pero es imposible. EL nivel no se puede aumentar
porque las condiciones no ayudan. Las recepciones, el no saber dónde correr a
veces tiene que ver con el acto reflejo de no saber a dónde irá a parar la
pelota después de picar en tierra, el balonazo también tiene vías por ese
camino.
Sumen que los mejores exponentes decidieron no
quedarse bajo esos términos y salieron por una u otra vía del fútbol cubano.
Sin embargo, un sábado tras otro, sin importar
si está o no la televisión, con una producción buena o quizás muy alejada de la
Liga BBVA, o la Bundesliga, la Premier, a Serie A, sin condiciones, ellos salen
a vestir el uniforme con el orgullo intacto, como si La Habana, Cienfuegos o
Santiago fueran el Madrid, el Barcelona o el Bayern, y juegan con una
intensidad que solo es digna de quienes aman lo que hacen.
Pregunten si Messi, Cristiano Ronaldo o Neymar
jugarían bajo estas condiciones en primera. Pregunten en España si alguien
vestiría los colores de un equipo bajo esas condiciones.
Por eso los defiendo a capa y espada, porque o
están locos, o enamorados y quien quita no sea un poco de las dos.
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