Por: Mario Herrera
Cerca de treintaicinco
grados de temperatura. Humedad por encima del sesenta por ciento. Once personas
agotadas bajan calle G en busca de un pedacito de tierra dura y seca que
sirviera si acaso para patear una pelota desinflada.
Nueve hombres. Dos
mujeres.
Equipos
multinacionales, latinos, mezclados y desarmados quizás de las rivalidades
habituales. Llamémosles “A” y “B”. Seis jugadores al A: dos uruguayos, un boliviano,
un nicaragüense, otro de Colombia y una chilena.
El B: un chileno,
un argentino, dos cubanos y Gabriela.
Se jugó balompié o
fútbol según quien tuviese la pelota. Al final una foto y dos tobillos
torcidos.
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