Por: Dubler Vázquez (Tomado del Blog Mi esquina caliente)
Sucedió
el sábado último en el estadio Ovidio Torres de Manatí, al norte de Las
Tunas, cuando el líder Ciego de Ávila visitaba a un equipo de Las Tunas
muy necesitado de puntos y con un accionar más que discreto en lo que
va del 99 Campeonato Nacional de Fútbol.
Obviamente, la palabra “insólito” puede
antojarse un eufemismo ante tanta irresponsabilidad de los jugadores,
quienes debieron comprender que, además de ser una conducta
inaceptablemente antideportiva, quedaba abierta una pequeña ventana al
milagro: en definitiva, bajo los tres palos contaban con Sandy Sánchez,
el portero titular de la Selección Nacional sub-21, mundialista en 2013.
En el peor de los casos, aceptando
incluso la derrota, para un equipo que está pendiente de cada punto o
gol encajado en su afán de mantenerse en la Primera División, no es lo
mismo caer 1-0 que 3-0, el resultado definitivo anunciado en horas de la
mañana de este lunes por la Asociación de Fútbol de Cuba. Además, los
tuneros deberán esperar por sanciones disciplinarias para sus jugadores y
cuerpo técnico.
La pésima calidad del arbitraje cubano,
constatada una y mil veces en cualquier cancha del país, no puede en
última instancia justificar los graves acontecimientos protagonizados
por los jugadores de Las Tunas. Para que juzguen mejor, les dejo la
crónica de los sucesos, escrita por el periodista Raynol Paz Carmenate:
En
la vida, pocas cosas son más difíciles que ser árbitro de algún deporte
cualquiera, de alguna liga cualquiera, de algún país cualquiera.
Siempre culpables, infames ante los aficionados, nunca tendrán siquiera
el beneficio de la duda. Hermes Quevedo, con sus grados de internacional
y todo, debe conocer desde ayer lo que es la repugnancia de muchos y
desde ya Manatí, el santuario del fútbol para los tuneros, es su
infierno.
Advertí horas antes al Comisario Técnico
sobre el precedente que había tenido la actuación de la cuarteta de
árbitros en el partido ante Sancti Spíritus. Errores como pitar un fuera
de juego en un saque de banda estaban frescos en la memoria. Y a solo
minutos de comenzar intuí que algo pasaría, porque una voz demasiado
autoritaria intentaba calmar el nerviosismo de los actuantes. Solo que
no pensé ver una actitud tan denigrante como la de los jugadores
tuneros, peor que todas (realmente muchas) las cometidas por el
silbante.
Quevedo terminó experimentando la
sudoración fría y el pánico que solo produce el peso de la conciencia.
Ayer habría dado la vida – estoy seguro- porque no existieran estadios
como “La Danzonera”, donde el público es capaz de aplaudir al rival por
su buen juego, pero definitivamente no puede callar ante tanta rabia
acumulada por 90 minutos.
Y no es que Quevedo sea un mal árbitro,
no, solo que cuando se equivoca intenta equilibrar la balanza y,
entonces, el siguiente fallo es más absurdo que el primero y crea un
abismo insalvable con los jugadores de ambos equipos, pero, sobre todo,
con el público.
Y lo llamo dudoso porque tengo un
testimonio infalible en mi poder: Alain Cervantes, el número nueve de
los avileños y uno de los futbolistas más respetados de Cuba, me confesó
al término del encuentro: “…nunca fue penal, pero yo no decido”.
Después… bueno, después comenzó el show que de seguro puede ser nominado a los premios Oscar. Los
once jugadores de Las Tunas se pararon encima del punto de penal y no
permitieron que nadie, absolutamente nadie, cobrara la pena máxima. No
existió, ni por un minuto, una tesis de mayor peso para los jugadores
que el sentirse usurpados y despojados.
Quevedo y sus asistentes, por más que
persuadieron, se mostraron impotentes ante los futbolistas tuneros,
quienes sin ninguna justificación, aunque sin faltas de
respeto,persistieron en su empeño de evitar lo que a su juicio era una
total injusticia. Comisario, delegado, árbitros, todos nerviosos, sin
saber qué hacer y con cara de espanto, suspendieron el juego a la espera
de una decisión de la Asociación de Fútbol de Cuba.
Pregunté, a todos los que pude, de todas
las edades, de todos los cargos y nadie jamás había visto algo así. Un
hombre, de pelo rubio, color blanco, de apellido Núñez y nombre Ramón,
con los pies encorvados de tanto fútbol y que cumplía años, confesó la
tristeza que solo producen tantos despropósitos de un lado y de otro.
Nota:
Ciego de Ávila mostró calidad individual,
nivel y buena circulación de balón, tuvo claras oportunidades que
pudieron definir la suerte del choque, sobre todo en el primer tiempo.
Inexplicablemente su mayor error, estuvo en la segunda parte, en jugar
al contragolpe y regalarle el balón al rival.
Las Tunas comenzó lenta y floja en la
cancha, después de la media hora se asentó en el campo y tuvo en el
segundo tiempo las más claras del partido, gracias al empuje de Dayron
Blanco como jugador de cambio. Arrinconó al rival pero no supo
liquidarlo y terminó pagándolo con el penal.
Ficha del Partido:
Ciego de Ávila (4-4-2): Anoide Sardiñas;
Yasmany López; Maikel Civil; Dayron Niebla, Yasser Francis; Jesús
Rodríguez; Orisbel Leyva; Ernesto Duane (Adrián Hernández ´75); Alain
Cervantes; Tomás Cruz; Ángel Rodríguez.
Las Tunas (4-3-3): Sandy Sánchez; Sandro
Cutiño; Yeinier Rosabal; Daniel Cantero; Géiser Blanco; Luis Alberto
Ramírez (Daimar Edgar ´62); Yúnior González; Kárel Pagés (Eduardo
Carmenate´75); Israel Quezada (Dayron Blanco ´46); Maikel Celada;
Geovanis Ayala.
Tarjetas Amarillas: Ciego de Ávila: Anoide Sardiñas; Dayron Niebla; Orisbel Leyva. Las Tunas: Yúnior González; Daniel Cantero; Kárel Pagés.
Árbitro: Hermes Quevedo
Estadio: Ovidio Torres, Manatí.
Asistencia: 2800 aficionados
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