Por: Mario Herrera
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A cualquier hora puede verse una imagen semejante |
El chiste de las
guaguas que son como una película del sábado con su lenguaje de adultos,
violencia y sexo es tan viejo como vigente.
Los que tenemos la
ventaja de vivirlo a diario lo sabemos bien. Sea la hora que sea, la confronta,
la primera o la última que veas en el día, todas se parecen.
Te levantas un día
temprano, digamos un lunes. Te bañas, desayunas ligero porque sabes lo que te
espera, te vistes y sales para la parada. Llegas y como tú hay otras doscientas
personas. Ella llega, dobla la curva y no sabes si alegrarte, reírte o
llorar.
Un enjambre de
hormigas corre por una oportunidad de subir. Algunas lo logran. Te quedas
parado y te dices: “Na, la otra pasa más vacía”. Pero siempre te equivocas. De
que aciertas una vez a que vuelva a ocurrir…
Bueno, para no
hacer largo el cuento, se acerca la siguiente a los quince minutos, a veces
antes y donde se había hecho un claro en la parada, hay ahora una mayor masa
humana. El chofe abre las puertas y la masa te empuja, te sube, te estruja.
En la multitud
ronda un Robin Hood especialista en rajarle el bolso a cualquiera sin que se dé
cuenta, bueno, se da cuenta pero tarde.
Cuando montas te
tropiezas a dos tipos de choferes. El ambientalista. Nada que ver con la
ecología por cierto. Este es el que te ambienta la guagua con la música a todo
dar. El rango es amplio cantidad. Entre Prince Royce y reggaetón, y puede haber
cambios entre el reggaetón y Prince Royce también; y el Fangio, todo un
especialista de la velocidad con motor, o la velocidad con vacas.
En la guagua
convergen otros personajes. El portero. Sujeto inútil que se para en la puerta
a controlar la entrada y salida de los pasajeros y no se mueve para nadie. Y ni
le reproches.
Los pasilleros,
esos se paran en el tramo más estrecho del pasillo y te miran con una cara si
los rozas que no sabes tú cuál fue la ofensa.
Las señoras
conflictivas, las “no me da la gana de moverme”; están los románticos, esos que
se pegan detrás de las mujeres y si pueden les dejan un regalito en la ropa
salido desde el fondo de sus entrañas, y que nadie los ve.
Las discusiones,
broncas, alardes, olores, ruidos y tantas, tantas cosas que hacen de nuestras guagüitas
una película del sábado.
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