Por: Mario Herrera
Es difícil. Más que difícil, imposible llegar
a alcanzar un sueño de esta forma. No hay otros culpables que los propios
autores del desastre.
Una generación que podía darnos el sueño o al
menos, con todas las desventajas existentes pero con un trabajo duro por parte
de su cuerpo de dirección y jugadores, podría dar una mejor cara y jugar su
fútbol sin complejos, ni miedos contra rivales que ya tienen una realidad
distinta.
Pero una vez más le faltó compromiso a algunos
jugadores para llegar al final y entonces, solo entonces, decidir vivir fuera
de Cuba.
A muchos conocidos, residentes en Estados
Unidos les resulta difícil que defienda la postura de que aquél que abandone a
una selección nacional en medio de un evento, no se les tenga en cuenta (si
hubiese algún cambio en la política al respecto) para integrar nuevamente las
selecciones nacionales cubanas.
Incluso me dicen en debates anteriores que
lamentan una postura como la mía. Pero una vez más me aferro a ella.
La salida de hasta ahora cinco jugadores
cubanos ha cercenado el sueño olímpico de los que quedan, de sus entrenadores y
de una afición que esperaba de la generación más exitosa de los últimos años el
milagro de clasificarse a los juegos olímpicos Río 2016.
Ni el sueño de ser profesional, ni la demora
de la Asociación para conseguirlo, ni las peores necesidades económicas, ni el
sentimiento que expresan muchos de sentirse traicionados por los directivos del
deporte en Cuba, ni las aspiraciones personales, justifican que se abandone en
medio de un torneo y cuando realmente hacen falta a sus compañeros, a su
entrenador que los eligió sobre otros atletas de igual o mayor nivel, ni a una
afición que quizás no será grande, pero al ser una que apoya a un deporte con
más influencia extranjera que nacional, es más fiel que otras.
No es la primera vez que ocurre y no será la
última mientras exista la Ley de Ajuste Cubano, que permite que se “queden” los
que entran a territorio norteamericano y pidan quizás un asilo político.
Sucederá también por otras cuestiones, pero sobre todo, sucede porque no
tenemos esa conciencia extraordinaria de saber lo que significamos para otros.
Como aficionado me siento triste, pero
pregunto a los que defienden la postura de que “ellos” abandonan a la
federación cubana porque ésta los ha dejado de largo, y no les consigue los
contratos, y demás: ¿qué pasa con los compañeros? ¿Qué derecho tiene alguien
que forma parte de un colectivo a destrozar el sueño de un compañero? ¿Dónde
quedan los entrenadores, el trabajo duro de años, la labor de crear a un
conjunto que irrumpa en la del deporte más universal sin apoyo prácticamente, y
una vez logrado, ven frustrados cómo se desvanece por la acción de alguien a
quién, repito, eligieron sobre otros?
¿Es tan importante el sueño de ser profesional
que no se puede esperar a terminar el evento, o tan grande la seguridad?
Hubo una generación en 2008 que casi lo logra,
o mejor dicho, empató contra uno de los rivales más fuertes y después, le ganó
el corazón a tanta gente, pero no logró
el objetivo. Una vez más, una generación prometedora con la obligación de
mantenerse más unida aún por no contar con su principal referente ofensivo, y
más cuando conocen cuánto hizo la dirección del equipo y de la AFC para
recuperarlo de una sanción y que no dependió de ellos, no pudo aguantar la
oportunidad de buscar un sueño propio, pero en el camino, destruyó el ajeno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario