Podría intentar
empezar por justificar lo sucedido en la tarde del domingo 14 de junio en el
Estadio Nacional Pedro Marrero. Decir que la renovación es un proceso que lleva
sus costes y se hace sentir en el campo de juego, pero aunque sea cierto, no
importa en este momento.
Cuba enfrentaba a
Curazao en las eliminatorias mundialistas rumbo a Rusia 2018. EN la ida los de
rojo ni mostraron futbol, ni enseñaron lo que realmente podía hacer ante un
rival que desde el punto de vista de habilidades era muy limitado, pero sí
sabía hacer su trabajo con el orden que requiere la seriedad del asunto.
Cuba era favorita
para todos, por futbol, porque Curazao no recuerdo que nos haya ganado alguna
vez, porque antes los goleábamos.
Pudiera decir y no
es mentira, que ese es el resultado de la salida de los jugadores a hacerse
profesionales en las ligas extranjeras. Pero el hecho de que se haga no es una
varita mágica que solucionará las cosas a corto plazo; pero es importante, es
necesario, es urgente y hasta cuándo hay que recalcárselo a las personas que
alegan que ya es posible, pero que no son ellos los que contratan. A esos mismo
les pregunto: ¿qué pasó con Arturo Diz Pe? Ya lo tenía todo, equipo, pasaje
para Francia, para el Evian Thonon Gaillard y “le pidieron” que no fuera a las
pruebas por el famoso partido contra el Cosmos de New York. ¿Entonces?
Podría decir que
Curazao tuvo la “ayuda” de un técnico que fue un gran jugador como Patrick
Kluivert, e incluso la presencia del Primer Ministro el Excmo. Sr. Ivar Asjes
lo que es un incentivo tremendo para un equipo de un país de apenas unos
cientos de miles de habitantes.
Pero ese es el
punto. NO hay nada que me justifique la eliminación.
Primero: Cuba
tiene más fútbol, mayor entidad y quizás no tengamos a Kluivert para enseñarnos
pero tenemos un cuerpo de dirección completamente capaz. Segundo: es cierto que
Curazao tiene jugadores que militan en la primera división de Holanda, Rumanía
y demás, pero ninguno me mostró algo completamente diferente y espectacular. Tercero:
Cuba estaba en casa y la casa hay que respetarla, sobre todo si está llena.
El equipo mostró
una cara diferente a lo visto en Curazao que se vio sin ideas, sin futbol, sin liderazgo.
En el Marrero empezó todo bien con un gol tempranero de Jeniel Márquez al
minuto 5´. Pero al 16´ Papito Merencia puso el empate debido a la pérdida de
empuje de la selección nacional de Cuba. Una expulsión de Sandy Sánchez
condicionaba todo para un desenlace desfavorable. Aricheell Hernández fue el
sacrificado. Uno menos físicamente, pero en realidad poco fue su aporte, para
no decir nulo.
El desenlace
negativo era previsible. La alineación proponía cambios: Andy Baquero dejaba el
mediocampo y regresaba a la banda derecha, y fue un custodio solamente de un
pasillo libre por completo. Mejoró en la segunda mitad cuando regresó a la posición
de mediocampista. Jeniel y Arturo fueron peleadores y serenos. Clavelo en el
mediocampo intentaba a base de físico y ganas detener la creación de los
rivales, pero no era suficiente. Beto Gómez no lo hizo mal para alguien que
lleva más de cuatro meses sin jugar. Tampoco Alain Cervantes. De hecho, la
jugada del gol sale de sus pies con el pase a Ariel Martínez que se fue después
del disparo al tiro de esquina.
Ese fue otro
punto. Ariel es sin dudas en este momento, el jugador más habilidoso de nuestro
fútbol, pero estaba tacaño en demasía. No veía a sus compañeros, no compartía, quería
hacerla él solo.
Maikel Reyes
corrió mucho, presionó con fuerza, pero tampoco aportó en ofensiva. Cuando se
llevaba al rival, su centro era desperdiciado. Entró el Chino Keyler García.
Quizás una esperanza por ser un jugador de futbol y músculo, pero ni lo uno ni
lo otro, solo sirvió para la salida de Beto.
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¿Se podía jugar? |
Un aguacero
tremendo suspendió el encuentro por más de dos horas. El comisario de la
FIFA, el costarricense Joseph Ramírez, determinó que el gramado estaba en
condiciones se podía jugar.
Un evento sacudió
al público presente. El aguacero. Muy fuerte y dejó la cancha en pésimas condiciones.
Pero el señor Joseph Ramírez ya había dicho la última palabra: había que jugar.
Fue entonces que el vicepresidente Luis Enrique Yero bajó en short, sin camisa
ni zapatos a tratar de escurrir el agua. El DT Raúl González Triana se enfadó
pues según miembros del equipo técnico, si se suspendía el encuentro, se
reiniciaría al día siguiente pero de cero, solo que sin Sandy Sánchez, mientras
otros afirman que si la FIFA dijo que debía jugarse, era inapelable.
Así empezó la
segunda parte, casi de noche porque desde hace unos años, 2008 para ser
específico, la empresa eléctrica de la capital determinó que ellos tenían la autoridad
sobre el alumbrado artificial del estadio según me han comentado miembros de la
comisión. Empezó con un equipo cubano sin fútbol pero con mucho coraje, a
tratar de ganar el encuentro, Curazao tenía un hombre más en la cancha y
sin ideas no se gana nada, sin generación, sin pensar en la jugada siguiente.
Mucho balonazo y velocidad, poco peligro, un empate a uno y a soñar para Qatar 2022.
En esencia esta es
una parte de la historia, de cómo un proceso prometedor se quedó en la promesa
vacía. Habrá cambios, debe haberlos, y un panorama incierto para la Copa Oro.
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