Por:
Mario Herrera
Como muchas veces ocurre no estuvo todo listo
hasta último minuto pero se pudo. Llegó el día y la hora de salir. Fui el
primero en llegar al punto acordado, media hora. Poco a poco aparecieron los
jugadores de La Habana
que viajarían a Las Tunas para el partido de cierre de temporada. Me iba con
ellos.
Llegó la guagua. Nos montamos y levamos
anclas.
Cada uno de los convocados se acomodó lo mejor
que pudo y muchos fueron al fondo del vehículo para vivir sus vidas sociales.
Chistes, cuentos, exageraciones, lo habitual entre amigos.
En esencia el viaje fue largo y bueno, a
excepción de un pequeño episodio de dolor de barriga con su correspondiente
“¡Chofe, pare por su vida!” de parte de un servidor, para correr dentro de un
campo minado de marabú, no sin antes enredarse en una cerca de alambres de
púas, y una vez sorteado los pinchos y pinchazos, descargar con furia
intestinal la pesada molestia. Menos mal además del papel higiénico, llevé al
monte de espinas agua y jabón, por que si no…